Para enfrentar la guarda del vino, hay que considerar que el vino es un ser vivo que nace, crece, madura, envejece y muere. Lo ideal es consumirlo en el momento en el que manifiesta en plenitud sus cualidades y esto coincide con la etapa de madurez.
Dicho esto, no todos los vinos son para la guarda ya que un porcentaje importante de ellos despliega su mayor potencialidad entre 1 y 2 años después de cosechada la uva.
¿Cómo distinguir si un vino tiene potencial para guarda? Por supuesto que vale la pena guardar vinos que reúnen condiciones para mejorar a con el paso del tiempo. Se recomienda considerar varios factores: cepa, grado alcohólico, meses de crianza en madera previo al embotellamiento, año de cosecha, acidez, entre otros.
En cuanto a la cepa, solo algunas blancas se prestan para la guarda, las usuales son Chardonnay, Riesling y Gewürztraminer. En el caso de las cepas tintas, muchas son apropiadas: Cabernet Sauvignon, Carménère, Syrah, Carignan, Cinsault, Mourvèdre, País o Chilena, Petit Verdot, Pinot Noir, Malbec, Cabernet Franc, Merlot, entre otras.
El grado alcohólico potencia las buenas cualidades de un vino y por ello, si queremos guardarlo lo ideal es que el vino contenga al menos 13,5°G.L.
La crianza en madera consigue redondear taninos, incorporar aromas y estabilizar la estructura del vino. Los vinos criados en madera al menos 9 meses, evolucionan con el tiempo una vez embotellados ya que estas cualidades tienen potencial para seguir progresando.
El año de cosecha también es un indicador general a tomar en cuenta: los años secos determinan un menor rendimiento de la vid (menos masa de uva por planta) y asimismo una mayor concentración de los compuestos orgánicos de la uva, lo que predispone a una mejor calidad del vino.
Los compuestos ácidos presentes en el vino aportan aromas y potencian la percepción de todos los aromas del vino. Un buen vino siempre tiene gran riqueza aromática.
¿Cuánto esperar? Difícil pregunta: El criterio general es que los vinos tintos que superan los 14° G.L. y que fueron criados por más de 9 meses alcanzan la madurez y plenitud entre el quinto y el octavo año después de la cosecha. Un ejemplo de un vino muy conocido es un Cabernet Sauvignon de 14,5° G.L. que ha sido criado en madera de roble francés de primer uso por 16 meses. En este caso conviene guardarlo entre 8 y 10 años. El resultado varía de acuerdo según se presentan los otros factores mencionados.